viernes, 22 de julio de 2011

La Vieja Mansión

Antes de que Ioru terminase de hablar comencé a investigar el amplio hall en el que estábamos. Una maqueta de la ciudad en la que nos encontrábamos  fue lo primero que vi. Situada sobre una pequeña mesa de madera, plasmaba con total exactitud cada rincón de la ciudad. Al fondo de la estancia, había una cristalera traslúcida, que en un principio llamó mi atención, pero al acercarme y comprobar que no podía ver nada fuera de lo normal me frustró las ganas de investigar. Cerca de dicha cristalera se encontraban dos estatuas de dos unicornios, uno a cada lado. Dos escaleras que llevaban al mismo lugar completaban todo aquello que llamó mi atención, dejando a un lado los cuadros que la decoraban. La escaleras estaba frente a la maqueta. Ignoré momentáneamente la puerta que había en la planta baja y decidí subir al segundo piso.
Esta planta se componía simplemente de dos cosas: un pasillo que abarcaba el ancho de la mansión y puertas. Caminé primero hacia la de la derecha, escuchando el eco de mis pisadas en la habitación. Sentía los ojos de Ioru y Lea sobre mí, seguramente estaban hablando de una servidora pero decidí no entrometerme y seguir mi camino. Cuando abrí la puerta, esta chirrió. Dentro, unas estanterías con multitud de libros me esperaban impacientes. Querían que les desnudara sacando cada uno de sus libros y leyéndolos una y otra vez. Sin embargo, tenía que investigar aún el resto de habitaciones. Cerré la puerta antes de que la tentación pudiera conmigo. Comencé a cruzar el pasillo hasta la otra punta tranquilamente, hasta que un berrido de Ioru me sobresaltó.
-¿Ha encontrado algo interesante señorita "Holmes"?- gritó con un perceptible sarcasmo.
-Más que tú, Watson.
Sin detenerme un minuto más aceleré el paso hasta llegar a la puerta más alejada. Esta también hizo un ruido estridente al abrirla, sin embargo era totalmente distinta. Era una habitación totalmente blanca, ni una mancha ensuciaba sus impolutas paredes. Estaba poco decorada, amueblada con una larga mesa y un par de sillas del mismo color. Me dejó tan fascinada que no pude evitar llamar a mis compañeros. Cuando llegaron y lo vieron esperé sus reacciones. Lea parecía igual de fascinado que yo, pero Ioru estaba tranquilo. Le eché una mirada interrogante, lo que le provocó unas desesperadas ganas de disimular su semblante impasible ante aquella habitación.
-Oh, vaya... es impresionante- dijo Ioru.
-Venga Ioru, no me vengas con disimulos... ya lo conocías ¿cierto?

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