sábado, 21 de agosto de 2010

Sola...

Ioru no se había tomado nada bien aquella prueba, pero no era mi culpa que fuera tan débil ante la carne de una mujer.
Me levanté y salí de la habitación. Comencé a buscarle pero no le encontraba.

-Ioru, Ioru, venga, lo siento, era solo una prueba de resistencia. No te enfades.-grité.

Anduve durante un tiempo por las calles de aquel lugar. Gritando su nombre una y otra vez. Aquel hombre... no, aquel bastardo me había dejado tirada a pesar de haberme dicho que me llevaría con él. Estaba completamente perdida sin él.

Asustada, corrí en todas direcciones, subiendo y bajando escaleras, hasta que encontré una puerta con un cartel al lado que decía "Distrito 1". Empujé la puerta con todas mis fuerzas, y tras abrir una pequeña rendija, pasé.
Tras la puerta no había nada... no había nada hasta que empecé a caminar. Tras dar unos cuantos pasos avisté algo que me resultaba familiar. Era el lugar donde habíamos aparecido tras salir de aquel sitio oscuro. Bajando las escaleras que había se encontraba la tienda donde había robado aquella piedra.
Bajé las escaleras cuidadosamente, teniendo cuidado de que el dependiente no me viera por ninguna ventana. Al llegar abajo corrí desmesuradamente hacia delante, donde otra gran puerta me impedía continuar libremente. Al igual que la otra empecé a empujarla. Esta era más pesada y no podía con ella.

- Señorita ¿se puede saber que está haciendo?- dijo una voz grave a mis espaldas.

-¿No lo ve? Intento abrir la puerta.

Al girarme vi a un hombre de aspecto tosco. Vestía de una manera informal; una camiseta blanca y unos pantalones bombacho azules. Su cabeza rubia estaba adornada por unas gafas de aviador. Su boca sostenía un palillo como un paleto, pero a él, le daba un tono chulesco.
Soltó una carcajada y se acercó a mí.

- Si quieres salir de aquí espero que tengas una nave segura.

-¿Nave? Que nave y ocho cuartos, estoy buscando a mi acompañante, Ioru. ¿No lo habrás visto, verdad? Porque cuando le encuentre le voy a dar tal patada en el culo que no va a volver a dejarme tirada.

El hombre negó con la cabeza.

- ¿Como vinisteis?

- Por un portal.

-Mmm... pues dudo mucho entonces que puedas encontrarle. Aun así, yo voy a salir de este mundo, si quieres te llevo conmigo.

-¿Mundo? Mejor no preguntaré. Está bien, iré contigo pero... no me hagas cosas indecentes ¿eh?

El hombre volvió a reir de manera desmesurada.

-Tranquila no te haré nada. Por cierto... puedes llamarme Cid.

-Yo soy Reika, encantada.

Cid empujó la puerta y en seguida la abrió de par en par.
Me quede tumbado en el suelo, mirando el techo, sorprendido por lo que había pasado. Me puse a pensar un rato hasta llegar definitivamente a entender lo que había echo. Me lleve las manos a la cabeza disimuladamente, sin dar crédito a lo que acababa de hacer. Yo nunca había sido así ¿Tanto tiempo en la oscuridad había cambiado mi ser? ¿Quien era ahora?

Escuche la risita de Reika a mi espalda. Me di cuenta de que todo había sido a causa de la oscuridad de mi corazón... cuando la tire bruscamente sobre la cama. Ella parecía verlo de otra forma, pero yo sabia ahora lo que hacia, aunque fuera por parte de la oscuridad.

-Si vuelves a jugar otra vez conmigo, sera lo ultimo que hagas- Dije, mientras mis ojos se empezaban a tornar de un color mas dorado que antes.

Reika parecía asustada, así que la solté y me dirigió fuera de la sala, furioso.

Mi reflejo en el agua me asusto hasta a mi. Ese no era el gran Ioru que existía años atrás. Solo veía un ser consumido por las tinieblas. Tenia que parar esto. Sabia lo que tenia que hacer. Cree un portal oscuro que se cerro al entrar yo, dejando a la chica sola.

Iba a buscar mi venganza solo y después destruir al ser que venia reflejado con mi rostro...

Despedida a la cordura

Mi conciencia se perdía con el roce de sus dientes en mi piel. Su incisión perfecta en mi clavícula continuamente se convertían ardor ferviente en mi cuerpo.
Amarré su cabello con fuerza y le hice cesar apoyando su cabeza contra el suelo.
Sonreí maliciosamente.

-Lo sabía- dije suspirando hondo- Ningún hombre es capaz de resistirse a una propuesta de este tipo. Pensaba que tú eras diferente. Me has decepcionado, Ioru.

Me levanté del suelo y me senté en la cama.

Seguramente no sabía de lo que estaba hablando. Mi perfecta actuación de una cualquiera que solo busca sexo había sido todo un éxito.
Le había sometido a tal prueba porque creía que era distinto, pero era igual que todos los hombres. Únicamente pensaba en una cosa cuando una mujer intenta seducirle. No se oponen ante tal seducción, simplemente se dejan llevar.
Lo que el no podía saber es que con él... realmente me había gustado y no podía permitir acostarme con un un completo desconocido aunque lo deseara.

Observé, mientras me arreglaba el pelo, los ojos atónitos y a la vez vacíos de Ioru. Realmente había sido cruel, pero no podía permitir tener sexo con él. Ya antes me habían jugado una mala pasada y no lo consentiría de nuevo.

viernes, 20 de agosto de 2010

Juego sucio

Mi corazón se agitaba con rapidez al notar la lengua de Reika ¿Que se le estaba pasando por la mente a esa chica?

Ella parecía mirarme con lujuria mientras me echaba su aliento en la cara. Empecé a sonrojarme al mirar a su hermoso rostro. Intente tranquilizarme, pero Reika se percato de "cierto detalle"...

-Parece que te gusta, ¿eh?- Dijo riéndose de forma picara.

Trague saliva mientras se acercaba lentamente a mi. Cerré los ojos como si de una pesadilla se tratara...

Sus labios eran cálidos y carnosos, los cuales lentamente hicieron que mi boca empezara a jugar con ella. Deje que mi cuerpo se moviera solo, recorriendo su cuerpo lentamente con mis manos. Nuestras lenguas empezaron a jugar jugar revoltosas mientras le pasaba la mano por su cabello. Empezaba a disfrutar de la situación. ¿Era solo mía?

Retire mis labios de los suyos y los dirigí a su cuello, dándole pequeños mordisquillos, a los cuales respondía con pequeños gemidos de placer.

La situación se me iba de las manos. Pero... ¿y que importaba?

sábado, 14 de agosto de 2010

Debilidad

Aquel personajillo de tres al cuarto jugó sucio; haciéndole la zancadilla a alguien inexperto en el tema de la lucha. El golpe iba a ser duro, y con facilidad me saldría alguna marca en el brazo por el impacto.

Mi cuerpo cayó, sorprendentemente, sobre el de Ioru; utilizándole como si fuera mi única ayuda para librarme del golpe. Nuestros rostros, a escasos centímetros el uno del otro, se tensaban al instante. Observé como la tez de Ioru enrojecía débilmente. Giró la cabeza hacia otro lado, evitando que sus ojos entraran en contacto con los míos ¿Que ocultaba?
Su mirada andaba perdida frente a la pared mientras sus labios se apretaban, hincando los colmillos en el labio inferior hasta hacerse sangre.
No hacía ningún movimiento, parecía paralizado además de ausente.

Durante unos segundos, anduvieron bastantes posibilidades sobre Ioru, pero ninguna me explicaba que no me levantará de su torso de un empujón. ¿Podría ser que yo le estuviera reteniendo inconscientemente?

La sangre caía por la comisura de su boca; tenía un aspecto débil y al mismo tiempo frenéticamente deseable. El aroma de su pelo llenaba mis pulmones de un olor extasiado de dureza y tristeza; era cálido y abrumador. Su rostro tomó finalmente una rojez casi invisible, pero el estar tan cerca me dejaba distinguirla. Era asquerosamente guapo. Hasta con sangre tenía un aspecto espectacular.

Esta situación era demasiado para mí. Yo, tumbada sobre aquel hombre que acababa de conocer y sin ninguna motivación de bajarme. No, no deseaba irme de ahí.

Acerqué mi boca a la suya y saqué la lengua tímidamente. Con un par de pinceladas limpié la sangre que había caído, rozándole tibiamente el labio.

No me alejé, permanecí a la misma distancia esperando a que él se mostrara molesto o, por el contrario, complacido.

Metedura de pata...

Me crují los dedos, intentando intimidarla. Parecía que ella no quería demostrarlo, pero el ritmo de su respiración la delataba.
-Las damas primero- Dije, sin arma en mano.
Ella, sin pensárselo, cogió el palo del suelo y corrió hacia mi con intención de atacarme. Sin mucha dificultad, lo esquive. Se sorprendió, pero siguió atacando, sin vacilar. Su estilo de combate era lento en comparación con el mio, por lo que esto era un juego de niños.
-¡Quedate quieto! ¡Dame algo de ventaja!
Me reí por lo bajo. No iba a bajar la guardia. El combate empezó a aburrirme, así que me agache en uno de sus ataques y simplemente le puse la zancadilla. Debía salir perfecto...

Sino fuera por que cayó encima mía. Intente incorporarme, pero nuestros rostros estaban a escasos centímetros. Trague saliva mientras me sonrojaba...