viernes, 29 de julio de 2011

De nuevo los dos solos

Demasiadas preguntas tenía para Ioru, pero dudaba que me respondiera a gran parte de ellas. Aunque no lo pareciera, había empezado a conocerle y sabía que preguntas podía realizarles y cuales no.
Desde el momento que vio a Yen Sid, Ioru no había cambiado su rostro. Era firme y a la vez respetuoso, con ciertos toques de incertidumbre. ¿De qué conocería Ioru a tan ilustre personaje? Posiblemente era a la única persona que respetaba..
-Bueno, ¿qué quieres?
-Solo quería hacerte unas preguntas, si no es molestia, claro.
Ioru me miró con asombro al escuchar tales palabras de mis labios.
-Dispara.
-Lo primero de todo es preguntarte si de verdad quieres entrenarme o solo es una obligación que te han impuesto.
- No voy a contestarte. Se acabaron las preguntas.
Ioru se despidió de Lea y Yen Sid con rapidez y salió de la habitación. ¿ Qué le había molestado? Era una pregunta inocente comparada con las otras que me rondaban la cabeza.Aún sin comprender la reacción de Ioru, me acerqué a Yen Sid e hice una pequeña reverencia.
- Adios, maestro Yen Sid. Le agradezco enormemente haberme sacado de mi duda. No puedo decir que esté contenta pero sí algo más tranquila.
-Joven Kyoko, deberías estar más que contenta, muchos desearían tener tu suerte y, sin embargo, viven frustrados por no poder cumplir sus sueño.
- Si me permite una pregunta...
- Ioru te entrenará bien, eso no lo dudes. Que quiera entrenarte o no... ni yo mismo lo sé.
- Gracias.
Lea me esperaba junto al maestro y antes de que dijera nada me dio un fuerte abrazo. Ese acto me dejó sin palabras. Recordaba el cariño con el que me había tratado cuando me conoció.
- Dentro de poco nos veremos de nuevo- aseguró.
-Claro que sí y tendremos muchas que contarnos.
Lea asintió con fuerza. Tras echarles a ambos un último vistazo salí en busca de Ioru. Al atravesar corriendo la puerta de la habitación me choqué con alguien. Ioru había estado apoyado sobre la puerta, seguramente escuchándonos. Se creía el más serio del mundo y luego no era más que una maruja. Afortunadamente el impacto no fue demasiado severo, solamente me froté un poco la nariz por el golpe.
- ¿Se puede saber que diablos haces ahí parado?- pregunté.
- ¿No lo ves? Esperarte ¿Acaso quieres que me vaya solo? Muy bien, pues lo haré.
- ¡No!- grité al ver que comenzaba a caminar- No te vayas. Te guste o no eres mi maestro y debes enseñarme. Y como no lo hagas bien...
-¿Qué vas a hacer? ¿Pegarme? Permiteme que lo dude.
- Puedo joderte de muchas otras maneras. Quedas avisado.
Soltó una risa sarcástica al escuchar mi comentario. Me agarró de la ropa y fue tirando de mí a lo largo de todas las escaleras. Cuando llegamos al recibidor de la torre me soltó. La ropa se me había quedado tan estirada que seguro que le valía a él. Ioru abrió un portal frente a nosotros.
Fue a entrar cuando vio que no me movía. Volvió a agarrarme y nos metimos los dos juntos.


El lugar donde llegamos estaba completamente destruido. Rocas rotas por todas partes y un suelo árido que me quemaba los pies. El suelo también estaba resquebrajado, un poco más abiertas las ranuras y cabía yo perfectamente.
-¿Dónde estamos?
-En el Cementerio de las Keyblade.
-¿Cementerio?
- Sí, si te interesa... esta noche te cuento la historia, para que tengas "dulces" sueños.

No hay comentarios:

Publicar un comentario