martes, 14 de septiembre de 2010

Lea

La cálida habitación de la que se componía la casa no tenía muchas cosas. Una cama, una mesa con un par de sillas, una pizarra, un mueble con un libro... nada fuera de lo común.
Lea suspiró un par de veces y me tendió en la cama.
La luz de la habitación era tenue, lo que ayudaba a que mi vista se recobrara con mayor facilidad. El chico acercó una de las sillas a la cama y se sentó. Con la mirada ausente se rascaba la nariz una y otra vez, como si se le hubiera ocurrido alguna idea. Pero más bien estaba en su propio mundo.

-Lea... ¿estás bien?- dije mientras mis parpados intentaban abrirse por completo.

No contestó. Moví una de mis manos hacia su rodilla más cercana y la moví ligeramente.

-Lea-repetí. Reaccionó en esta ocasión- ¿Estás bien?
-Sí, si... solo es que... Pensaba que iba a ser distinto, que por una vez no me encargarían el trabajo de otro. Me tratan como un esclavo mientras ellos hacen lo que quieren.
-Lo siento-susurré- Esto es por mi culpa.
-No, no, no. Esto es culpa de Cid y de Merlín. No tienes la culpa de que tu vista haya sido dañada. Además, parece que ya te recuperas ¿no?

Esa sonrisa que en tan poco tiempo había visto en varias ocasiones, volvía a hacer acto de presencia. Era cálida y embaucadora, como si un torbellino de fuego me atrajera hacia ella. No pude reprimir una tímida sonrisa.
Lea se estiró con tal ímpetu que tiró la silla hacia atrás y acabó en el suelo. me incorporé de inmediato. me encontré con la figura de aquel chico retorciéndose y riéndose; tapándose la cara con la mano mostrando su lado más tímido.
Traté de levantarme para ayudarle, pero de un salto se puso en pie, recogió la silla y se sentó de nuevo, como si nada hubiera pasado.

-Bueno, bueno... y ¿cual es esa historia tan larga? Antes nos habíamos quedado por ahí ¿Verdad? Quiero saber que hacías allí sola-se resentía del hombro.
-Antes deberías mirar si te has hecho algo.
-Después de la historia. Soy Lea, un chico más fuerte de lo que ya aparento. ¿Lo captas?
Solté una risotada.
-Lo capto, lo capto. Pero deberías ponerte cómodo.

Dicho y hecho. Con un rápido movimiento se quitó la botas y puso los pies encima de la cama, reposando su espalda en el respaldo de la silla. Entrelazó sus largos dedos detrás de su cabeza y tomó sus manos como apoyo para que la cabeza no se cayera. Al instante, me guiñó un ojo.

-Yo, sin saber como, llegué a un lugar oscuro, más oscuro que una cueva o una casa sin luz. Casi se podía palpar. Caí del cielo a un lago frío y solitario. Entonces me encontré con alguien, alguien que me prometió protección. Ioru, ese es su nombre. Me llevó a Ciudad de Paso, y...- intenté buscar las palabras adecuadas para que no se atusara- debido a acontecimientos desafortunados para él, me abandonó. Le busqué por todas partes pero no apareció. Y tratando de salir de allí me encontré con Cid quien me dijo que me sacaría de Ciudad de Paso.

Lea volvía a tener la mirada perdida, o eso parecía. Tras un instante me miraba serio y algo confuso, y no era para menos. ¿Caer del cielo? Menuda cosa se me había ocurrido, pero no sabía explicarlo de otra manera. Lea rozó suavemente uno de mis pómulos con un dedo, deslizándolo hasta mi yugular. Sus ojos, al igual que su sonrisa, me atraían hacia un abismo rodeado de fuego, pero realmente exquisito.

-Ese Ioru- dijo finalmente- es un auténtico canalla. No importa lo que pasara, te prometió su protección. Es un milagro que estés viva. Estando sola, sin ningún arma y viniendo de Ciudad de Paso, un lugar infestado de sincorazón. Y he de decirte algo. Tu compañero, tu amigo... lo que sea, ese Ioru... está aquí. Le he visto.

Mi vista casi recuperada no veían ningún indicio de mentira en su rostro. Sin habérmelo propuesto le había encontrado, pero ahora dudaba si quería verle o no. En realidad si quería verle, pero solo para pedirle una explicación. Quien sabe si mi viaje continuaría con él, o quizás... me quedara en Vergel Radiante... con Lea. Todo dependía de su explicación.

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