miércoles, 29 de septiembre de 2010

Equivocación

Lea y yo dejábamos que nuestra excitación tomara el control de la situación. Cuando me quise dar cuenta, estaba sobre mí, aprisionandome entre sus brazos, uno a cada lado. Mientras su manos recorrían mi cuerpo su lengua se enloquecía en mi cuello. Había dejado que el sentido común se tomara unas breves vacaciones, si no en el momento en el que Lea se había tumbado junto a mí hubiera huido. Pero tenía él razón "yo quería" y aunque fuera algo descabellado decidí olvidarme de qué era lo que sería correcto.
La cama era bastante pequeña, a penas tenía movilidad. Sin embargo, Lea se movía con facilidad, sin miedo a caerse, como si ya hubiera estado en esta cama con otras mujeres en otras ocasiones.

-Oye Lea ¿qué número soy?- pregunté aunque no deseaba saber la respuesta.

Lea se paró en seco, su mirada perversa y lujuriosa se había evaporado, ahora solo unos ojos verdes me preguntaban, como si no supiera de qué estaba hablando. Esperé unos minutos su respuesta, pero únicamente me miraba. Mi boca estaba seca, no era capaz de articular palabra, fue él quien cedió.

-Lo siento Reika, pero no se de que hablas.
-Sí lo sabes- dije mientras segregaba toda la saliva que podía- ¿cuántas veces has estado en esta cama con mujeres?

El chico se quedó atónito al escuchar aquella pregunta. Se levantó de la cama con rapidez y se quedó sentado en ella. Después de un largo tiempo pude incorporarme, mis huesos estaban entumecidos pero en vez de levantarme me senté junto a él. Tenía la cabeza agachada, con los brazos sobre sus piernas dejando que sus manos colgaran. Su mirada estaba vacía. ¿Había hecho lo correcto haciendo esa pregunta? Lea parecía muy afectado por ello. Pensaba que, por mucho que pasase el tiempo y llegara Merlín, Lea no volvería a dirigirme la palabra. Pero me equivocaba. Tras un tiempo de silencio el chico abrió la boca.

- Te equivocas Reika. No he estado con ninguna mujer más que tú, y ni siquiera eso.
- Lea, no tienes por que mentirme, me da igual, solo era curiosidad.- mentí- Esa manera tan grácil que tienes de moverte en esa cama no es normal, yo tengo miedo de caerme y tú... es como si se tratara de una cama gigante.
- ¿Quieres saber la verdad?
-Claro, si no no te lo habría preguntado.
- Sí me muevo así es porque durante muchos años dormí en esa cama. Merlín me acogió cuando llegué aquí, no tenía a nadie y él me ofreció cobijo.
-¿Y Merlín? ¿Dónde dormía?
-Dormía conmigo cuando tenía pesadillas y si no se sentaba en aquella silla y reposaba la cabeza sobre la mesa.

Aquella información había roto mis esquemas. Lea parecía triste, y no era para menos, nunca había tenido una familia y eso no debe ser muy agradable. Un gran sentimiento de culpa cayó sobre mí al recordar la pregunta que le había formulado. Había sido realmente estúpida. Sin pensármelo dos veces le abracé y dejé reposar mi cabeza sobre él. Lea trataba de resistirse, pero llegué a ser tan persistente que no tuvo más remedio que rendirse.

-No necesito tu lástima.
-No es lástima, pero me siento mal por haberte preguntado eso. Me siento culpable de que ahora estés así.

Lea alzó la cabeza. Sus ojos estaban a punto de derramar millones de lágrimas. Eso me hacía sentirme peor. Una lágrima comenzó a caer por su mejilla. Esa situación era insoportable, no quería ponerme a llorar yo también.

-No te sientas culpable, no tienes la culpa de nada. Al revés, contigo... me siento genial.

De repente, Lea me devolvió el abrazo. Y así nos quedamos durante un tiempo, abrazados mutuamente sobre la cama de aquel viejo mago.

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