sábado, 14 de agosto de 2010

Debilidad

Aquel personajillo de tres al cuarto jugó sucio; haciéndole la zancadilla a alguien inexperto en el tema de la lucha. El golpe iba a ser duro, y con facilidad me saldría alguna marca en el brazo por el impacto.

Mi cuerpo cayó, sorprendentemente, sobre el de Ioru; utilizándole como si fuera mi única ayuda para librarme del golpe. Nuestros rostros, a escasos centímetros el uno del otro, se tensaban al instante. Observé como la tez de Ioru enrojecía débilmente. Giró la cabeza hacia otro lado, evitando que sus ojos entraran en contacto con los míos ¿Que ocultaba?
Su mirada andaba perdida frente a la pared mientras sus labios se apretaban, hincando los colmillos en el labio inferior hasta hacerse sangre.
No hacía ningún movimiento, parecía paralizado además de ausente.

Durante unos segundos, anduvieron bastantes posibilidades sobre Ioru, pero ninguna me explicaba que no me levantará de su torso de un empujón. ¿Podría ser que yo le estuviera reteniendo inconscientemente?

La sangre caía por la comisura de su boca; tenía un aspecto débil y al mismo tiempo frenéticamente deseable. El aroma de su pelo llenaba mis pulmones de un olor extasiado de dureza y tristeza; era cálido y abrumador. Su rostro tomó finalmente una rojez casi invisible, pero el estar tan cerca me dejaba distinguirla. Era asquerosamente guapo. Hasta con sangre tenía un aspecto espectacular.

Esta situación era demasiado para mí. Yo, tumbada sobre aquel hombre que acababa de conocer y sin ninguna motivación de bajarme. No, no deseaba irme de ahí.

Acerqué mi boca a la suya y saqué la lengua tímidamente. Con un par de pinceladas limpié la sangre que había caído, rozándole tibiamente el labio.

No me alejé, permanecí a la misma distancia esperando a que él se mostrara molesto o, por el contrario, complacido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario