martes, 18 de enero de 2011

Opuestos

El paisaje era verdaderamente hermoso aunque algo oscuro. La multitud de árboles que había a mi alrededor lo convertían en un lugar bastante claustrofóbico, sin embargo la suave y fresca hierba relajaba mi cuerpo de la tensión que me provocaba estar aprisionada. 
Lea deambulaba de un lado a otro, investigando cada cosa que encontraba, parecía un niño pequeño al que le acababan de llevar a un parque. Se fijaba en cada detalle, en cada hoja, en cada hilo de hierba. No muy lejano a mí se paró, mirando fijamente hacia un lugar.
-¿Quien vive ahí?-preguntó interesado.
Al mirar me di cuenta que se refería a una enorme mansión situada no muy lejos de allí. Estaba relativamente cerca pero no lo suficiente como para distinguirla bien, lo único que se divisaba eran sus enormes proporciones. Era sumamente grande, tanto que más de uno acabaría intimidado.
-Eso no importa ahora. Tenemos prisa. Además, no hemos venido a perder el tiempo.
-Maldita sea Ioru, ¿tanto te cuesta no ser desagradable por un instante? Solo ha hecho una pregunta.
Sentí si mirada llena de odio sobre mí.
Noté la mano de Lea que me tocaba el hombro. Cuando le miré, él negó con la cabeza mientras yo miraba su rostro entristecido. No pude hacer más que suspirar y asentir.
La cara de Lea volvió pronto a recuperar su naturalidad, como si nada hubiera pasado, pero, por el contrario, por mi cabeza pasaba una y otra vez la idea de decirle a Ioru que podría parecerse un poco a Lea. Aunque las ganas de decirle cuatro palabritas bien dichas al estúpido ese eran bastante atrayentes, decidí callarme y morderme el labio inferior para contenerme.
Nos acercamos al señor "soy demasiado guay para ser amable" esperando indicaciones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario